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Ministro reprobado: la educación en su máxima expresión

  • Foto del escritor: George Symington
    George Symington
  • 28 feb
  • 2 Min. de lectura
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Dicen que uno debe predicar con el ejemplo, pero el nuevo ministro de Educación, Daniel Rojas, parece haber tomado esa frase como un reto personal. En una tragicomedia que haría llorar de risa a cualquier profesor de lógica, el hombre encargado de velar por la educación de millones de colombianos no pudo ni siquiera aprobar su propia tesis de maestría. En otras palabras, el capitán del barco educativo ni siquiera sabe nadar, pero igual lo pusieron al mando. ¿Qué podría salir mal?


Es como si nombraran a un chef que no sabe hervir agua o a un cirujano que le tiene fobia a la sangre. Pero claro, en el país del sagrado dedazo, la única credencial que realmente importa es la firma en un decreto, no el conocimiento en la cabeza.


Mientras los estudiantes de universidades públicas luchan contra el sistema para poder graduarse y acceder a oportunidades laborales dignas, el ministro puede darse el lujo de fracasar y aún así recibir el aplauso del gobierno. Quizás este sea el nuevo estándar educativo: ¿para qué pasar materias cuando puedes pasar de largo hasta un ministerio?

Rojas ha intentado defenderse diciendo que su tesis "no fue rechazada, sino que necesita ajustes". Claro, como cuando un profesor te pone un cero, pero te dice que "sigues en el proceso de aprendizaje". O como cuando un avión se estrella, pero el piloto insiste en que solo era un aterrizaje de emergencia con más drama de lo normal.


Si algo ha quedado claro es que en Colombia la meritocracia es solo una historia de ficción, un cuento que se usa en discursos pero que en la realidad no aplica. Los que no tienen contactos, ni palancas, ni padrinos políticos tienen que romperse el lomo para conseguir un título, mientras otros pueden reprobar tranquilamente y seguir acumulando cargos públicos como si fueran estampitas.


Tal vez el Ministerio de Educación debería incluir nuevas asignaturas en el currículo escolar, como "Cómo fallar con estilo y seguir en el poder" o "Introducción al arte de justificar la mediocridad". Cursos prácticos, con casos reales y profesores expertos en el arte de salir bien librados sin tener idea de lo que hacen.


En definitiva, este episodio es la prueba definitiva de que la educación en Colombia está en manos de los mismos que la han condenado al fracaso. Y aunque pueda sonar desmoralizante, en el fondo es una gran lección: si el ministro llegó al cargo sin poder graduarse, entonces cualquier colombiano tiene esperanza. Estudien poco, hagan amigos influyentes, y recuerden: el conocimiento no paga, pero el compadrazgo sí.

 


 
 
 

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